viernes, 27 de enero de 2012

¡Algunos le llaman suerte, yo creo más en el acierto!

Sábado 3 de diciembre del 2011

¡ALGUNOS LE LLAMAN SUERTE, YO CREO MÁS EN EL ACIERTO!

El sábado no empezó bien, al menos para mí; en la alineación no aparecía mi nombre. No me pareció justo, creo que tras mi notable partido contra Montornès y tras una semana en la que había luchado a más no poder en los entrenamientos merecía algo más, un premio mayor que el de salir como “revulsivo”; pero no fue así. A pesar de ello no le guardo rencor a nadie, ni me lo tomé muy a pecho; el fútbol conlleva este tipo de difíciles decisiones para los técnicos y una de las funciones de los jugadores es ayudar al entrenador en lo bueno y en lo malo; al menos es así como lo entiendo yo. Es por eso por lo que, tal y como hago en cada partido, me decidí a animar a mis compañeros y a disfrutar del partido: uno nunca debe perder la “profesionalidad”, y, siguiendo la idea de Guardiola, “els retrets i les excuses no serveixen absolutament per res” (“los reproches y las excusas no sirven absolutamente de nada”).

Bueno, pasado el calentamiento, nuestros rituales, la revisión arbitral y la “triunfal” entrada al terreno de juego con aplausos de la “afición”, empezó el partido. A pesar de todo esto, nos duró poco esa exaltación producto de las ganas de disputar ya el encuentro; exactamente 18 segundos. Simplemente 18 segundos necesitó el Montmeló, nuestro rival, para marcarnos el primer tanto. 25 Minutos después aún no habíamos aparecido por el campo; no es cuestión de que el rival fuese muy bueno, sino de que nosotros estuvimos fatal. Habían pasado 25 y nuestras ocasiones eran escasas, aunque estábamos ante la más peligrosa de todas: tiro libre a tres cuartos de campo; el balón estaba muy escorado como para lanzarlo directo, razón por la cual mi compañero colgó la pelota al área, que, tras un leve contacto con la cabeza de nuestro delantero, la pelota se coló entre los 3 palos. Empate a  1 y un aire de moral y motivación que nos hizo recuperar nuestro fútbol; solo nos duró unos minutos, hasta que volvieron a dominar el balón y nos volvimos a empequeñecer. Volvimos a ser el Sant Fost de toda la vida, un equipo sin transición en el medio campo, un equipo con la base de su fútbol en los balonazos al delantero, en la presión excesiva innecesaria adelante, y en la pasiva presión de los defensores. Injusta pero merecidamente anotamos el segundo gol, parecido al primero, pero más difícil y bonito a la vez: el balón lo colgó nuestro mediocentro, des del medio campo y igualmente muy escorado, al punto de penalti, des de donde el “defensa goleador” remató el balón a la escuadra. Me alegré muchísimo por él, somos amigos des de los 6 años, y tras dos años en el Sant Fost (se ha pasado toda la vida en la Molletense, y un año entre medio en el Mollet), este fue su primer gol, y con dedicatoria exclusiva para mí. ¡Qué grande eres Javi! Por desgracia, en uno de esos momentos nuestros malos, encajamos el segundo antes de llegar al descanso.

Con todo esto llegamos al descanso, y la segunda parte empezó, como de costumbre, con muchos cambios: entré al campo, el lateral derecho me esperaba con ansias para ocuparlo. Realmente, creo que estoy volviendo a mi mejor nivel, al nivel de principio de temporada, pero ¡poco a poco…, que las prisas son malas consejeras!

En la segunda parte fuimos mejores, aunque tampoco hubo mucho fútbol.

A 10 minutos para el final del partido anotamos un gol un tanto extraño: tras una buena jugada de triangulación cerca del área rival y tras un fuerte disparo a puerta con varios rebotes entre medio, al arquero rival se le escapó una inocente y sencilla pelota, al parecer, y que nos dio los tres puntos después que nuestro delantero aprovechara el grave error. El partido terminó así, sin más dificultades y con mucha deportividad entre equipos; pero aun así mucha gente le dio el mérito de nuestra victoria a la suerte, por ese desafortunado (para ellos) error que propició nuestro tercer y último gol. De todas formas yo creo que merecimos los tres puntos por encima de esa pizca de suerte que nos acompañó. Por lo tanto nunca llegaremos a un acuerdo común. ¡ALGUNOS LE LLAMAN SUERTE, YO CREO MÁS EN EL ACIERTO!