ESTA ES LA SALSA DE NUESTRO FÚTBOL ¡QUÉ VERGÜENZA!
Hoy no puedo hablar de fútbol, de hecho ni lo pretendo. Hoy solo tengo palabras de denuncia contra la violencia y de eso tratará la gran mayoría de mi actualización de hoy, pero primero os contextualizaré la situación.
Sábado 26 de noviembre del 2011, tres y cuarto de la tarde, a 45 minutos del partido Sant Fost - Montornés en el Camp de Futbol Municipal de Sant Fost de Campsentelles. Vestuario local, número 5; un equipo se reúne concentrado y acabándose de preparar para recibir las órdenes del entrenador y saltar al campo para calentar. “Bueno chavales, lo primero que os tengo que pedir es que empecemos 11 y acabemos 11. Los acabo de ver y son peores de lo que imaginaba. ¡Mucha cabeza!”. Esto nos dijo nuestro entrenador nada más entrar al vestuario. Sabemos y sabíamos que la mala fama del Montornés era por algo, lo vivimos años atrás en nuestras propias carnes, pero lo de este sábado se superó. En cuanto a que “son peores de lo que imaginaba”, mi entrenador se refería a carácter y forma de ser, no a calidad deportiva; nunca jamás hemos ni debemos despreciar a un rival en cuestión de que sean mejores o peores; en el fútbol puede pasar de todo y es totalmente acertado que no hay rival pequeño, por tópico que parezca.
El partido no empezó bien, en 5 minutos ya habíamos visto un gol en contra y a un Montornés ofensivo que nos privó de la pelota en todo momento. Pero como casi siempre, el gran esfuerzo de los primeros minutos del partido lo pagaron caro y les empatamos con un gol producto de una grandísima y veloz jugada individual, que no pudieron seguir debido al cansancio.
Aquí se acabó el fútbol y empezó la violencia: violencia fuera de las típicas patadas de fútbol que protegen nuestras “caras espinilleras de carbono”; fue violencia gratuita y a consciencia. Se vieron todo tipo de golpes e insultos por parte de un equipo que pretendía sacarnos del partido; en parte lo consiguieron, ya que nos marcaron el 1-2 en el último minuto de la primera parte justo después de una discusión entre varios jugadores; nos pillaron más pendientes de los follones que de evitar los goles. Uno de esos fui yo, que tras hacerle una falta a un contrario (fue una falta táctica, estaba “obligado” a hacerla, sino se hubieran plantado 2 contra 1 en nuestra área), éste se me encaró y me insultó; no pasó nada porqué rápidamente me alejé de la jugada y me desentendí de la discusión, pero no es lógico que tras una acción de partido (las faltas, depende donde y como, no son más que una táctica de juego) uno tenga que estar pendiente de que no le peguen, porqué si no llega a ser porque me fui rápido y porque un compañero suyo lo paró, hubiera llegado al descanso escaldado (con lo pequeño que soy, estoy para peleas…).
La segunda parte empezó muy fuerte, no en cuanto a fútbol, sino a juego sucio y bronco. A los 15 minutos, el colegiado expulsó, por doble amarilla, a un rival, después de haberse pasado todo el partido encarándose con unos y con otros. ¡Por fin algo de justicia! Pero esto no hizo más que encender la mecha de un equipo que, tras 8 jornadas, ya han recibido 8 cartulinas rojas, 7 de ellas por actos violentos u ofensivos hacia rivales o árbitro.
Esta expulsión nos vino de perlas, en poco tiempo ya habíamos igualado el marcador, pero pecamos de buenazos e infantiles (y de tener la boca muy grande), y se igualó el número de jugadores de ambos equipos en el terreno de juego tras una estúpida expulsión: un jugador del Sant Fost, harto de las continuas amenazas, insultos y dura violencia de los rivales, le protestó airadamente al árbitro por un escupitajo de su marcador (el escupitajo existió), con la consiguiente de ser amonestado con roja directa. No pretendo juzgar en absoluto al colegiado, todo esto no hubiera pasado si mi compañero se hubiera quedado callado y hubiera continuado la jugada (que, por cierto, fue cortada cuando ya habíamos llegado al área rival, con ocasión manifiesta de gol), pero me pareció una tremenda exageración la interpretación del árbitro, más aun teniendo en cuenta que se encontraba cerca y de cara a la acción poco ética y antideportiva del jugador del Montornés. 10 Minutos después ya perdíamos 2-4.
A partir de aquí ya no hubo más fútbol (si es que se puede considerar que hubiera habido algo durante el resto del partido): cada acción acababa con patadas, peleas y con jugadores “muertos” por el campo. Por fea y mal usada que parezca estar la palabra “muertos”, muchos jugadores rivales engañaron constantemente al árbitro sin disimulo alguno (recuerdo, como poco, siete veces que se tuvo que parar el cronómetro para atenderles, sin exagerarles, en un período no superior a 20 minutos): no me quejo del engaño y la pérdida de tiempo, yo soy un gran defensor de utilizar todo tipo de artimañas (exentas de violencia) para ganar los partidos sobre el terreno de juego y por eso me pareció lógico el teatro de los rivales, aunque también me parece obvio que si el árbitro se da cuenta de estas interpretaciones teatrales les amoneste; no fue así.
Bueno, entre pelea y pelea tuvimos tiempo de avanzar líneas y de ver una nueva expulsión para el Montornés. Tras esta jugada y hasta el término del partido apretamos mucho en busca de una difícil remontada, aunque la veíamos posible viendo nuestra positiva reacción en el terreno de juego y la superioridad numérica.
Ya nos faltaba, nada más, cinco minutillos más el añadido cuando el portero rival se autoexpulsó tras propinarle un golpe en la cara a uno de mis compañeros. ¡Penalti! Teníamos una clara oportunidad de meternos en el partido, si marcábamos la pena máxima nos poníamos un gol por debajo de Montornés y, a falta de un descuento que se preveía largo, teníamos opciones claras de sacar algún punto de este bronco partido: jugaban con dos menos y con un jugador de campo como arquero tras la expulsión de su portero; lo teníamos todo de cara, aunque si fallábamos el penalti ya nos podríamos despedir del partido. Por esta razón, por la seriedad, dificultad e importancia del momento, los nervios y tensión en los banquillos eran visibles, sobretodo por mi parte, que ya ni sabía si quería mirar o no: debo reconocerlo, soy un nervio en los banquillos y la situación me superaba. Por fin lanzamos el penalti y ya, por suerte, teníamos los puntos a tocar, aunque a pesar de que el descuento fuera muy largo, nos faltó tiempo. Des de que nos pusimos 3-4 en el marcador no paramos de atacar, pero nuestro gol no llegó; el suyo, sí. Tras un saque de esquina en que nuestro portero subió a rematar (había que agotar los últimos cartuchos), el Montornés nos cogió la contra y, con un solo defensor y sin portero, el gol era evidente.
3-5; final y malos impulsos. En la celebración del gol, tanto jugadores como uno de sus entrenadores mostraron su falta de deportividad (por si no había quedado claro en el transcurso del partido) viniendo a celebrar el gol al lado de nuestro banquillo y diciendo grandes frases como: “toma, que os den por c…”, “hijos de p…” o “que malos que sois, cabr....”. Insisto, ¡uno de sus entrenadores, también! Nosotros preferimos pasar de todo tipo de provocaciones, pero todo tiene un límite y, tras finalizar el encuentro, mientras nos dirigíamos a los vestuarios, los insultos continuaron hasta que todo terminó en una batalla campal. Por suerte duró poco.
El inicio de esta pelea no lo conozco de primera mano, pero todo pasó de una manera similar a esto: nada más finalizar el partido, ambos equipos íbamos rápido i directos a los vestuarios, el ambiente fue tan caldeado que no teníamos ganas ni de darnos la mano (gesto deportivo que suele y debería ocurrir siempre al final de todo tipo de competiciones), aunque un par de descelebra…(prefiero guardarme lo que pienso acerca de estos individuos) fueron directos hacia un compañero mío a insultarle y provocarle. Tantas malas palabras y acciones hubieron, que cuando yo me di cuenta ya estaban 4 contrarios rodeando al jugador del Sant Fost; uno le dio un puñetazo en la cara a mi compañero y, vista la situación, no me quedaba otra reacción posible que la de defenderlo. Fue lo que hice; salí corriendo a sacarlo de ahí, pero me busqué más follones: tras empujar a un rival para evitar que volviera a pegar a mi compañero, este se giró y vino directo hacia mí con el puño en alza; en ese momento “vi mi vida pasar” (con la diferencia de cuerpo entre uno y otro, tenía las de perder), aunque me envalenté y me vi capaz de lo que fuera; por suerte, un jugador del Montornés evitó el puñetazo que estaba apunto de recibir y yo no tuve más que salir corriendo con mi compañero hacia fuera del campo.
Cuando salí de ese barullo, me di cuenta que esa pequeña pelea no fue más que el inicio de todo lo que estaba por venir: estaba a mitad de campo, llegando a la línea de banda dirección las gradas, y mirara donde mirara había gente pegándose; decidí dejar de mirar para no enfurecerme más, tras un partido tan intenso estaba lleno de rabia. Lo último y superior a todo lo anterior fue el empujón e intento posterior de puñetazo del entrenador rival a un jugador nuestro; por suerte los padres de los jugadores santfostencs que acudieron al partido evitaron que llegará a mayores. En 5 minutos un campo de fútbol se convirtió en un campo de batalla en el que todos tuvimos nuestros más y nuestros menos, pero gracias a Dios en 5 minutos todo se diluyó. ¿Qué hubiera pasado si hubiera durado más? No lo sé, aunque cosas peores me han tocado vivir.
Por eso, y tal y como mucha gente piensa: ESTA ES LA SALSA DE NUESTRO FÚTBOL ¡QUÉ VERGÜENZA!