¡ORGULLO, PASIÓN Y AMOR: NO PUDIMOS GANAR, PERO SÍ QUE DEMOSTRAMOS DE
QUE PASTA ESTAMOS HECHOS!
Año tras año sueñas y resueñas
con jugar este partido, es el partido del año, el partido del siglo, y siempre
lo esperas con ansias por demostrar que tu equipo es el mejor. Recuerdo miles
de partidos contra el Martorelles, miles de alegrías, miles de tristezas.
Recuerdo días en los que me he querido meter bajo tierra y días en los que mi
nombre ha resaltado incluso por encima del resultado del partido.
Recuerdo que contra nuestro
máximo rival diferentes entrenadores me han redescubierto colocándome en nuevas
posiciones para mí o en lugares que llevaba mucho tiempo sin ocupar. Recuerdo
que en su campo jugué por primera vez de central, en un partido que podría
haber pasado a la historia por el número de goles que recibimos (a partir de
ahí estuve dos temporadas siendo asiduo en el eje de la defensa). Recuerdo que
en mi segundo año, en nuestro campo, jugué por primera vez de delantero centro
con un equipo de mi categoría (siempre que había jugado con los grandes lo
había hecho en la punta de ataque) y marqué mi primer y único gol al Martorelles
en toda mi carrera deportiva. Recuerdo también que en categoría cadete estrené
la posición de media punta en el fútbol-11 en un amistoso contra nuestros
vecinos (en mi segundo año como benjamín ya había jugado mucho en esa
posición), y que fue un gran acierto del entrenador, el actual entrenador del
Barberà, a pesar de que no pude jugar mucho en esa posición por los diferentes problemas
físicos que tuve y que me impidieron tener la suficiente continuidad para
hacerme con el puesto para mí; al final con este entrenador acabé jugando de
delantero centro. A mediados de temporada tuvimos un cambio de entrenador, y también
cambié la posición; empecé a jugar de extremo, pero en un amistoso a final de
temporada contra el Martorelles, el míster primero me retrasó la posición hasta
el lateral (lugar que ya había frecuentado en mi época de alevín e infantil) y,
en la segunda parte, me situó de medio centro defensivo, por primera vez desde
que debuté en el fútbol grande; mi respuesta a esta última posición fue la de
dar las dos asistencias de gol del partido. Al año siguiente fue contra el
Martorelles, en un amistoso de final de temporada, contra el equipo que volví a
jugar después de enfrentarme a la lesión más grave que he sufrido en todos estos
años de futbolista. Sólo jugué 15 minutos, y perdimos por muchos goles de
diferencia, pero yo sin duda fui ese día la persona más feliz del mundo tras
haber podido jugar unos minutillos a fútbol, tras más de un mes parado, y
además contra el Martorelles. El año siguiente, con mi primo de entrenador,
solo pude disputar unos minutillos, y me lo tuve bien merecido: me cambió a los
20 minutos de entrar tras ver la primera amarilla muy rápidamente y haber hecho
3 o 4 faltas bruscas que me podrían haber supuesto la expulsión. En la segunda
vuelta, con el tercer entrenador de la temporada y el que aun sigue con
nosotros, volví a ser un defensa férreo, pero esta vez con cabeza: me enseñaron
una amarilla y evité cualquier posibilidad de la segunda. La temporada pasada
prefiero no recordar como fue el partido de ida en el campo del Martorelles,
perdimos 1-0 por un penalti más que dudoso y no disputé ningún minuto. En
nuestro campo, en la vuelta, ya jugué bastante más, haciendo un gran partido y
arañando un puntito en el tiempo de descuento tras ir perdiendo por 2 goles de
diferencia. También jugamos un amistoso ese año en el que sin duda me salí, me
comí con patatas a mi marcador y, a pesar de que el resultado no nos fue del
todo favorable, yo salí contento por mi actuación, por la actuación del equipo
que nos hacia prever un futuro increíble y porqué esa misma tarde visité por
primera vez el campo de fútbol del Badalona para ver la promoción de ascenso a
segunda división A (por desgracia ganó el Mirandés). Ese mismo día también
acabé por descubrir todo lo poco presentable (por no llamarle de ninguna otra
manera más grosera) que es el entrenador del Martorelles, ya que en la segunda
parte, después de haberme duchado, en el banquillo estuve a punto de tener una
“bonita” discusión con ese individuo: mi entrenador ya le dijo cuatro cosas. Los
dos siguientes partidos en los que nos hemos enfrentado a este proyecto de homo
sapiens (está claro que su evolución mental se quedó por el camino) nos ha
demostrado con creces de qué pasta está hecho; un auténtico idiota. Mi
penúltimo derbi ya os conté como lo viví, y este último os lo voy a explicar
ahora mismo.
El alma sangraba. Ya sabéis lo
que dicen de las fieras, “cuánto más heridas más peligrosas”. Así estábamos
nosotros. El ambiente no fue el de siempre, se escuchaban las tripas de esos
silenciosos vestuarios a varios días para disputar el encuentro. Todo fue al
dedillo, todo al milímetro. Táctica, táctica y más táctica. Toque, toque y más
toque. Era lo nuestro. No nos harían daño teniendo nosotros el balón…el aire
podría llegar a nuestros pulmones con tranquilidad si jugábamos la pelota, si
la tocábamos y la seguíamos tocando como realmente sabíamos hacer. Estaba claro
que pesaba mucho la derrota de la ida. Esos ocho goles se los queríamos
devolver con patatas. Y es evidente que la fortuna no estuvo de nuestra parte,
porqué realmente considero que fuimos mejores en gran parte del partido.
El estilo de juego de esta gente
nos lo conocíamos como si fuera nuestro. Sabíamos que a pesar de enfrentarnos a
buenos jugadores, tenían el hándicap de un entrenador rival que desaprovecha
más que ayuda al equipo.
Pronto se nos torció la cosa, un
gol tan tempranero nunca es bueno, pero incluso me atrevo a decir que tampoco
es excesivamente bueno para el que lo marca. Unos instantes de relajación rival
mezclados con todo lo que nos pesaba el video motivador, realizado por Vareita
(el portero), que habíamos visto todos juntos apenas 18 horas atrás, ayudó al
de siempre a igualar el marcador.
Desgraciadamente un penalti en
contra momentos antes del descanso y un desafortunado gol que recibimos al poco
de volver de los vestuarios, tras varios rebotes dentro del área, nos mataron
el encuentro.
Pero sin duda alguna, no puedo más que quedarme con la
parte positiva de todo esto, que existe. No hubo una sola alma verdiblanca que
no se dejara en el campo hasta el último aliento. El derroche que mostramos nos
hizo campeones, nos hizo ser envidiados por algunos, muy a pesar de haber
perdido. El esfuerzo, a veces, gusta más que el acierto. Yo sólo me quedo con
las ganas que pusimos ese día. Otra vez será, pero pudimos salir contentos por
haber dejado en el campo todo, todo y todo lo que había dentro de nosotros. ¡ORGULLO, PASIÓN Y AMOR: NO PUDIMOS GANAR,
PERO SÍ QUE DEMOSTRAMOS DE QUE PASTA ESTAMOS HECHOS!
No hay comentarios:
Publicar un comentario